
Creencias populares que perduran en España
Aunque España sea un país moderno, muchas supersticiones siguen presentes en la vida cotidiana, a veces sin que nadie se dé cuenta. Desde los colores que se eligen para vestir hasta pequeños gestos automáticos, estas tradiciones reflejan siglos de historia, cultura y creencias populares que se han transmitido de generación en generación.
1. El número 13… o mejor, no
El miedo al número 13 tiene raíces profundas en la cultura judeocristiana y en la numerología antigua. Se dice que en la Última Cena había 13 personas, siendo Judas el traidor, y este hecho marcó el número como símbolo de traición y mala suerte. Además, el 12 era considerado un número perfecto y completo: 12 meses del año, 12 signos del zodiaco, 12 apóstoles, 12 tribus de Israel. Al sumar uno más, el 13 rompía esa armonía y se empezó a asociar con caos, desorden y desgracias. Esta superstición todavía influye en decisiones cotidianas, como elegir piso, asiento o mesa.
2. No romper un espejo
La creencia de que romper un espejo trae siete años de mala suerte proviene de la Roma antigua, donde los espejos eran considerados reflejos del alma. Un espejo roto simbolizaba un daño al alma y a la energía vital de la persona. Además, en la Edad Media, los espejos eran costosos y valiosos, por lo que romper uno también representaba pérdida material y social. Hoy, muchas personas reaccionan de manera automática ante un espejo roto, recordando la superstición incluso sin creer en ella.
3. Tocar madera
Tocar madera para alejar la mala suerte proviene de rituales paganos europeos, especialmente celtas, donde los árboles se consideraban sagrados y protectores. Se creía que al tocar la madera se podía invocar la protección de los espíritus del árbol. Con el tiempo, la práctica se mantuvo como un gesto de precaución, de manera automática, cuando se desea que algo salga bien o para “asegurar” la buena fortuna.
4. Colores de la ropa
La superstición sobre los colores tiene raíces en la simbología popular. El rojo, por ejemplo, se relaciona con el amor, la pasión y la vitalidad, y por eso muchas personas lo visten en Año Nuevo. El amarillo, por su parte, se asocia con la envidia o la mala suerte en ciertas regiones de España. Estas creencias se transmitieron oralmente durante siglos, y aunque hoy se aplican más por costumbre que por fe, influyen en la elección inconsciente de la ropa.
5. Cruzar los dedos
Cruzar los dedos es un gesto que muchos hacen sin pensar cuando desean suerte. Su origen es cristiano: la unión de los dedos formaba una cruz, símbolo de protección divina, para invocar ayuda en situaciones de riesgo o incertidumbre. La práctica se ha mantenido durante siglos, y hoy sigue siendo un gesto universal de esperanza y precaución.
6. Derramar sal
La sal siempre fue un producto valioso y, en la Edad Media, desperdiciarla era considerado un presagio de mala suerte. Por eso surgió la costumbre de echar un poco de sal por encima del hombro izquierdo, lo que se creía que ahuyentaba a los malos espíritus y equilibraba la energía del entorno. Esta tradición persiste hoy, aunque pocos piensan en su origen real.
7. Abrir paraguas dentro de casa
Abrir un paraguas dentro de casa se considera de mala suerte desde el siglo XIX, cuando los paraguas tenían puntas de metal muy afiladas que podían causar accidentes graves. Con el tiempo, la advertencia se transformó en superstición y hoy muchas personas todavía evitan abrirlo bajo techo, aunque la explicación original sea más práctica que mística.
8. Pasar por debajo de escaleras
Evitar pasar por debajo de una escalera tiene varias raíces históricas y simbólicas. En el cristianismo medieval, la escalera apoyada en la pared formaba un triángulo, símbolo de la Santísima Trinidad. Pasar por debajo se consideraba un acto de irreverencia y podía traer desgracias. Además, en términos prácticos, era peligroso por posibles caídas de objetos. Hoy, la superstición se mantiene incluso en personas que desconocen su origen.
9. No dejar el pan boca abajo
Poner el pan boca abajo es considerado de mala suerte en España. Esta superstición viene de la Edad Media y de los monasterios, donde el pan se reservaba para la mesa del clero. Colocarlo al revés se interpretaba como un gesto irrespetuoso y, con el tiempo, se asoció a la mala fortuna dentro del hogar.
10. No dejar las tijeras abiertas
Dejar las tijeras abiertas se considera mala suerte y proviene de creencias rurales. En el pasado, los objetos cortantes abiertos se asociaban con discusiones, tensiones y la posibilidad de atraer “energías negativas” al hogar. Conservar las tijeras cerradas era un acto de precaución y cuidado doméstico que terminó convirtiéndose en superstición.
11. No dejar un sombrero sobre la cama
Colocar un sombrero sobre la cama se considera de mala suerte y proviene de la época victoriana, cuando se creía que los espíritus podían quedar atrapados bajo él y causar desgracias. Esta costumbre se mantuvo en España como una forma de proteger la casa de influencias negativas.
12. Barrer hacia fuera
Barrer hacia la calle para “sacar” la buena suerte tiene raíces en la vida rural. La limpieza estaba vinculada al orden y a la energía del hogar; barrer hacia adentro se consideraba más seguro para conservar la fortuna. Esta superstición se mantiene todavía, aunque su origen sea principalmente simbólico y práctico.
13. No pasar sal directamente de mano en mano
Pasar la sal directamente de una mano a otra se consideraba de mala suerte en la Edad Media, porque la sal era un producto valioso y sagrado. Se pensaba que podía atraer energías negativas si no se colocaba primero en la mesa, lo que aseguraba que el alimento y la familia permanecieran protegidos.
Opinión personal
No soy supersticiosa, pero respeto estas creencias populares. Pienso que las supersticiones son simplemente creencias que nosotros mismos terminamos dotando de poder. Nuestra energía, si se focaliza hacia algo que da miedo o que creemos que nos trae suerte —al igual que sucede con los talismanes, que veremos en otro momento—, crea un vínculo tanto positivo como negativo y le otorga poder a algo que originalmente no lo tenía.
Si alguien teme que le ocurran desgracias por haber roto un espejo, esa tensión constante genera una energía que puede atraer negatividad. O, simplemente, se asocia cualquier casualidad a ese hecho y se le da poder al acto de partir el espejo. Las energías se cargan tanto en los objetos como en los actos o personas, y somos nosotros mismos quienes, involuntariamente, podemos moverlas y manipularlas.
Al final, las supersticiones son un reflejo de la historia y la cultura de un pueblo. Conocer su origen nos permite entenderlas, reírnos de ellas y, sobre todo, usar nuestra propia energía de manera consciente, sin depender del miedo ni de la suerte.
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