Los sensitivos: qué son y cómo descubrir si tú también lo eres

Hablar de los sensitivos suele despertar curiosidad y, a veces, desconfianza. Algunos piensan en personas con poderes extraordinarios, capaces de leer la mente o adivinar el futuro. Otros, en cambio, los asocian a individuos especialmente empáticos o con una sensibilidad más desarrollada hacia lo invisible, lo oculto o lo que normalmente pasa desapercibido. Pero el concepto de sensitivo está mucho más cerca de todos nosotros de lo que creemos.

En realidad, todos nacemos siendo sensitivos. No se trata de un don exclusivo de unos pocos ni de algo que solo se transmite en determinadas familias. Es una capacidad natural que forma parte del ser humano desde el momento en que llega al mundo. La diferencia es que unos la conservan con más fuerza y otros la van bloqueando sin darse cuenta, hasta creer que no existe.

¿Qué significa ser sensitivo?

Un sensitivo es una persona que percibe realidades más allá de lo evidente. No necesariamente ve espíritus o tiene visiones, aunque eso también puede ocurrir en algunos casos. Ser sensitivo significa, en esencia, percibir lo sutil: energías, estados emocionales, presencias, intenciones, lugares cargados de historia o sucesos que todavía no han ocurrido pero que se intuyen.

El sensitivo es alguien con el “radar interior” activado. Mientras la mayoría pasa por un lugar sin advertir nada especial, él siente algo distinto: un escalofrío, una presión, una emoción que no sabe de dónde viene. Esa diferencia en la percepción es lo que lo hace especial, aunque, todos podemos volver a desarrollarla si aprendemos a quitar los bloqueos que nos impone la vida adulta.

Un sensitivo es alguien que siente más de lo que se ve a simple vista. Y lo importante aquí es que todos nacemos siendo así. La diferencia es que algunos lo conservan y otros lo bloquean.

La percepción natural de la infancia

Para entenderlo mejor, hay que mirar a los niños. Durante los primeros años de vida, los niños viven en un estado de percepción abierta. Ellos no se cuestionan lo que sienten ni lo filtran con la lógica. Si ven una sombra, escuchan un susurro o tienen un amigo imaginario, lo aceptan como real. No necesitan pruebas científicas para validar lo que experimentan.

Hasta aproximadamente los siete años, la mayoría de los niños mantiene esta conexión intacta. Es la edad en la que todavía confían plenamente en su intuición y expresan lo que sienten sin temor a ser juzgados. Sin embargo, con el paso del tiempo, la educación, el entorno y las creencias empiezan a moldear su manera de ver el mundo.

Frases como “eso son tonterías”, “no inventes cosas”, “eso no existe” o “no digas disparates” van generando un muro invisible que bloquea la percepción. Poco a poco, el niño aprende a desconfiar de lo que siente y a darle más valor a lo que le dicen los adultos o a lo que marca la sociedad como “real”.

El muro que bloquea la percepción

Ese muro se compone de varios ladrillos:

  • Las creencias: lo que nos enseñan sobre lo que es posible y lo que no.
  • El entorno: la influencia de la familia, los amigos y la sociedad.
  • La educación: el peso de lo racional frente a lo intuitivo.
  • El sentido común: esa voz que nos dice que lo que no se ve no existe.

Todos estos factores construyen una especie de barrera mental. No es que la percepción desaparezca; simplemente queda adormecida. Pero sigue estando ahí, esperando a ser despertada.

De hecho, muchos adultos recuerdan experiencias extrañas en su infancia: haber visto luces, haber sentido presencias o haber tenido sueños que luego se cumplían. Con los años lo olvidaron o lo enterraron bajo capas de escepticismo, pero esa memoria demuestra que la capacidad estaba activa en algún momento.

Cómo saber si eres sensitivo

La pregunta clave es: ¿cómo reconocer si tienes esa sensibilidad aún despierta?

Hay señales muy claras:

  1. Intuición aguda: sabes cosas sin saber cómo las sabes. Percibes el ambiente de una situación o el carácter de una persona al instante.
  2. Sueños reveladores: tus sueños parecen más intensos, a veces premonitorios, y suelen dejarte una huella emocional fuerte.
  3. Sensibilidad en lugares cargados: te afectan los ambientes. Un sitio abandonado, un hospital o una iglesia antigua pueden generarte sensaciones muy diferentes sin que haya un motivo aparente.
  4. Empatía extrema: captas el estado de ánimo de los demás, incluso aunque no lo expresen con palabras.
  5. Presencias invisibles: sientes que alguien está contigo aunque no lo veas. Puedes notar escalofríos, cambios de temperatura o movimientos en el aire.
  6. Atracción por lo inexplicable: sientes un interés natural por temas como la espiritualidad, la energía, los sueños, las coincidencias o el misterio. Porque en tu interior sabes que hay algo más allá.

Si te identificas con varios de estos puntos, probablemente mantienes tu sensibilidad más activa de lo que imaginas.

Todos podemos ser sensitivos

No existen los “no sensitivos”. Lo que existen son personas que han perdido el contacto con esa capacidad, ya sea por miedo, por educación o por simple costumbre. Pero todos, absolutamente todos, nacemos con el sentido de la percepción abierto.

Lo que cambia es el grado en el que lo mantenemos vivo. Igual que unos conservan la capacidad de bailar con naturalidad mientras otros se sienten torpes porque nunca practicaron, la sensibilidad también puede entrenarse. No es un privilegio reservado para unos pocos iluminados: es una habilidad humana universal.

Cómo despertar tu sensibilidad

Si sientes curiosidad por reactivar esa percepción, hay algunos pasos sencillos:

  1. Escucha tu intuición: cuando algo te diga “sí” o “no” sin razón aparente, no lo descartes de inmediato. Observa qué ocurre si lo sigues.
  2. Conecta con tu niño interior: recuerda cómo vivías de pequeño, sin filtros ni miedos. Revive esa naturalidad para recuperar la confianza en lo que sientes.
  3. Medita o guarda silencio: el ruido de la vida diaria apaga la percepción. Necesitas momentos de calma para que tu radar interno se active.
  4. Observa los ambientes: cuando entres en un lugar, haz una pausa y pregúntate qué te transmite. No busques lógica; solo siente.
  5. Apunta tus sueños: llevar un diario de sueños ayuda a detectar patrones, mensajes y posibles premoniciones.
  6. Confía en tus primeras impresiones: suelen ser las más auténticas antes de que la mente las bloquee con razonamientos.

Con práctica y paciencia, la sensibilidad puede volver a florecer. Pero no te preocupes que en es guía iremos paso a paso analizando situaciones para poder aprender a activar tu percepción y a controlar los momentos inexplicables.

El papel del miedo

Un aspecto clave en el bloqueo de la percepción es el miedo. Muchos niños dejan de contar lo que ven o sienten porque los adultos los ridiculizan o les dicen que eso da miedo. Ese temor queda grabado y hace que dejen de prestar atención a lo sutil.

Ya de adultos, el miedo sigue siendo un freno. Miedo a equivocarse, a ser juzgados, a que los demás piensen que uno está loco. Pero el miedo solo alimenta el muro. La confianza, en cambio, lo derrumba.

Ser sensitivo no significa vivir asustado de lo invisible, sino aprender a convivir con una percepción más amplia que puede ser muy útil en la vida cotidiana.

La utilidad de la sensibilidad

Algunas personas creen que la sensibilidad solo sirve para temas paranormales, pero no es así. Ser sensitivo puede ayudarte a:

  • Detectar intenciones ocultas en alguien.
  • Elegir el camino correcto en un momento de duda.
  • Comprender mejor a los demás y ofrecer apoyo.
  • Evitar lugares o situaciones que pueden ser dañinas.
  • Potenciar la creatividad y la inspiración.

En realidad, la sensibilidad es una herramienta práctica para vivir con más conciencia.

Volver al origen

Ser sensitivo no es aprender algo nuevo, sino recordar lo que ya sabías. Se trata de volver al origen, a ese estado de percepción natural con el que naciste.

Cada vez que un adulto logra quitarse los filtros de la razón excesiva, la crítica y la rigidez, abre una ventana hacia esa sensibilidad que siempre estuvo ahí. El camino no es hacia afuera, buscando maestros que te enseñen poderes ocultos, sino hacia adentro, reencontrándote con tu capacidad innata.

Conclusión

Los sensitivos no son personas raras ni elegidas. Son simplemente seres humanos que han conservado, en mayor o menor medida, un don natural que todos compartimos. Desde la infancia, la percepción nos acompaña, pero la vida adulta suele cubrirla con capas de creencias y miedos.

Descubrir si eres sensitivo no es tanto una cuestión de poderes extraordinarios como de atreverte a escuchar lo que sientes. La intuición, los sueños, las emociones intensas en determinados lugares, la empatía… son pistas de que tu radar interno sigue funcionando.

Y lo más importante: todos podemos volver a activar esa capacidad. No hay un límite de edad ni un requisito especial. Basta con recordar que la percepción no se pierde, solo se adormece. Recuperarla es, en el fondo, volver a ser el niño que alguna vez fuiste, con los ojos y el corazón abiertos al misterio de la vida.

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