Hay encuentros que nos dejan una huella extraña. Un simple saludo, una mirada fugaz o una conversación corta puede mover algo en nosotros: simpatía, rechazo, confianza, incomodidad. Lo curioso es que muchas veces no encontramos una explicación racional. ¿Por qué alguien que acabamos de conocer nos inspira paz o, por el contrario, nos pone en alerta?
Los sensitivos viven ese tipo de experiencias de forma más intensa. Perciben señales que se escapan a la lógica, detalles que flotan en el ambiente y que para la mayoría pasan desapercibidos. No lo explican como un don mágico, sino como una sensibilidad ampliada hacia lo invisible. Es como si la piel, el corazón y la mente estuvieran constantemente sintonizados con la energía de las personas.
El lenguaje oculto de las sensaciones
Los sensitivos describen sus percepciones como una mezcla de intuición, emociones y respuestas físicas. No es algo que se piense, sino algo que se siente.
Algunas personas transmiten calor, otras frialdad. A veces, basta con estar a un metro de distancia para notar una vibración densa, como si el aire se cargara. En otras ocasiones, la presencia de alguien genera alivio, ligereza, ganas de sonreír sin razón.
Lo misterioso es que no siempre depende de las palabras ni de la apariencia. Un rostro amable puede esconder una energía negativa. Una persona reservada puede irradiar calma profunda. El sensitivo percibe lo que se esconde detrás del disfraz cotidiano.
¿Es un don o un entrenamiento?
La diferencia entre un sensitivo y una persona que no ha desarrollado aún su capacidad sensitiva no es un talento sobrenatural, sino la disposición a escuchar lo que no se ve. Existe además una distinción sutil entre quienes nacen con esa percepción y quienes la adquieren con entrenamiento. Los sensitivos innatos suelen experimentar desde siempre esas sensaciones, aunque muchas veces no saben cómo manejarlas. Eso no significa que tengan más o menos percepción que otros; simplemente la viven de forma natural y necesitan aprender a controlarla. Por otro lado, hay personas que creían no tener ninguna capacidad especial y, gracias a la práctica y a prestar atención a señales que antes pasaban desapercibidas, han conseguido desarrollarla.
Un sensitivo dirige su atención hacia lo que otros ignoran: el ritmo de la respiración, la temperatura de la piel, los silencios incómodos, la sensación de vacío o plenitud que queda después de hablar con alguien. Y un sensitivo entrenado, que sabe mantener su percepción activa, llega a registrar incluso el ritmo cardíaco, la tensión en el cuerpo y otros matices sutiles que escapan a la mayoría.
Cómo perciben los sensitivos a las personas
- A través del cuerpo: sienten cosquilleos, presión en el pecho, calor en las manos o un nudo en el estómago que corresponde a la emoción del otro.
- Por la mirada: una mirada evasiva puede revelar tristeza oculta; una mirada intensa, una carga de pensamientos que no se dicen.
- En el tono de voz: incluso cuando alguien sonríe, la vibración de su voz puede revelar cansancio, enojo o miedo.
- Mediante el silencio: lo que no se dice a veces pesa más que las palabras. Muchos sensitivos saben que el silencio compartido revela lo que la persona oculta.
Estas formas de percepción no son trucos, sino resultados de una atención fina y constante.
Todos emitimos energía constantemente, y de una forma u otra nuestros sentimientos, nuestros pensamientos y nuestras emociones generan un lenguaje propio, un código invisible que viaja con nosotros. Una persona receptiva, atenta a lo que no se dice con palabras, puede percibir ese código, descifrarlo y comprender lo que se esconde tras tu apariencia.
Ejercicios para despertar tu percepción sensitiva
Si quieres explorar este mundo, no necesitas rituales complicados. Solo disposición, práctica y paciencia. Aquí te propongo algunos ejercicios que forman parte de esta guía.
Ejercicio 1: La primera impresión consciente
Cuando conozcas a alguien, dedica unos segundos a registrar lo que sientes antes de juzgar por las palabras o la apariencia. Pregúntate:
- ¿Cómo cambia mi respiración al acercarme a esta persona?
- ¿Mi cuerpo se relaja o se tensa?
- ¿Tengo ganas de escuchar o de marcharme?
Apunta las respuestas en un cuaderno. Con el tiempo descubrirás patrones: notarás que esas primeras sensaciones suelen coincidir con lo que la persona transmite realmente, más allá de lo que muestra.
Ejercicio 2: La lectura del contacto
En un apretón de manos o en un abrazo breve se transmite más de lo que imaginamos. La próxima vez que saludes, presta atención al calor, la firmeza, la suavidad o incluso a la rapidez con la que la otra persona se suelta. Ese contacto es un canal directo hacia su estado interior.
Si puedes, cierra los ojos durante un instante después del saludo y observa qué eco deja en ti: ¿te sientes más ligero, más tenso, más confiado?
Ejercicio 3: El silencio compartido
Siéntate con alguien durante un minuto sin hablar. Mira sus ojos o simplemente comparte el silencio. Lo que percibas en ese momento será revelador: quizá sientas calma, quizá inquietud, quizá una mezcla de emociones difíciles de nombrar. El silencio actúa como un espejo que amplifica lo que no se dice.
Ejercicio 4: La escucha interior
Después de un encuentro con alguien, dedica cinco minutos a escuchar tu propio cuerpo. Pon atención al ritmo del corazón, a la temperatura de tus manos, a la sensación en tu abdomen. Tu cuerpo es el primer receptor de lo sensitivo. Si aprendes a escucharlo, se convertirá en tu mejor guía.
Ejercicio 5: El diario de percepciones
Compra un cuaderno que usarás solo para estas prácticas. Cada vez que percibas algo especial en alguien, anótalo: fecha, lugar, persona y lo que sentiste. Después, con el tiempo, revisa esas notas. Descubrirás que muchas de tus impresiones se cumplen o tienen sentido al mirar atrás.
El misterio de la energía personal
Se puede pensar que todos caminamos envueltos en un halo invisible, una especie de campo que rodea nuestro cuerpo. A ese campo se le conoce como aura, y muchos sensitivos lo describen como una emanación de energía donde quedan reflejados los estados emocionales, físicos y espirituales de cada persona. Aunque algunos lo interpretan de manera muy visual, como luces o colores, otros lo sienten como una vibración sutil o una atmósfera que acompaña a quien tienen delante. De hecho, incluso en el lenguaje común se usa el término para describir el ambiente que alguien proyecta: hablamos del “aura” de una persona para referirnos a la impresión general o la energía que desprende al entrar en un lugar.
Precauciones al entrenar tu sensibilidad
Abrirse a este tipo de percepciones puede ser fascinante, pero también agotador si no se aprende a poner límites. Algunos consejos importantes:
- No absorbas lo que no es tuyo: si percibes angustia en alguien, recuerda que no es tuya. Solo eres testigo.
- Protege tu energía: antes de encuentros intensos, respira hondo y visualiza una burbuja de luz alrededor de ti. Esa imagen mental ayuda a no cargar con emociones ajenas.
- Descansa: la percepción sensitiva requiere energía. Si te sientes saturado, tómate un tiempo a solas para recuperar tu equilibrio.
Una capacidad que todos podemos despertar
Lo sensitivo no pertenece solo a unos pocos elegidos. Todos tenemos la posibilidad de escuchar un poco más, de prestar atención a lo que normalmente callamos o ignoramos. La diferencia está en el entrenamiento y la confianza.
Cada vez que te detienes a escuchar tu cuerpo, cada vez que atiendes a la primera impresión sin descartarla, estás dando un paso hacia ese mundo invisible.
Un toque de misterio
Con un dominio alto de la percepción, incluso se puede llegar a percibir no solo emociones presentes, sino huellas de lo que la persona ha vivido o incluso lo que está por suceder. No se trata de adivinación exacta, sino de captar energías, como ecos que se quedan en el aire.
Quizá el verdadero misterio no esté en “leer” a los demás, sino en aprender a descubrirnos a nosotros mismos en cada encuentro. Porque cada persona que llega a nuestra vida actúa como un espejo: nos enseña qué sentimos, qué nos atrae, qué nos incomoda. Al percibir al otro, nos percibimos a nosotros.
Reflexión final
Te invito a probar los ejercicios, a llevar tu diario de percepciones y a abrirte a lo invisible. No se trata de convertirte en adivino, sino en un observador más profundo de la vida. Con el tiempo, descubrirás que todos podemos ser sensitivos si aprendemos a escuchar lo que el mundo susurra en silencio.
Esta es solo una de las pequeñas prácticas que podemos incorporar en nuestro día a día para empezar a controlar y afinar nuestra percepción. A lo largo de esta guía descubrirás que la vida cotidiana está llena de señales sutiles y detalles que antes pasaban desapercibidos. Todos ellos son indicios de que tu capacidad sensitiva puede despertarse, desarrollarse o fortalecerse sin dificultades. Simplemente necesitabas una guía que te mostrara el camino y te ayudara a prestar atención a lo que siempre estuvo ahí, esperando a ser percibido.
Suscríbete a mi newsletter.
Es gratis y te permitirá estar al tanto de todo lo que se publica en esta página…